Poema 518: Delhy viaja por el mundo

Delhy viaja por el mundo

Tras una exposición de Delhy Tejero en Valladolid

Me encontré inesperadamente con ella

en el museo Patio Herreriano:

maravilla, color, amplitud, conmoción.

Un guía experto detallaba pinceladas,

ideas, generosidad biográfica,

una mujer espléndida en su unicidad:

atravesó corrientes pictóricas, experimentó,

viajó, sorteó la guerra, se impregnó de cuanto observaba

desdibujó los horrores difuminados,

transitó entre el surrealismo y el cubismo,

llegó a la isla de Capri para dibujar las sirenas odiseicas.

La luz y el color estaban en sus viajes,

en los tipos marroquíes, en las callejas y el barro

de un paisaje que no ha cambiado tanto.

Delhy elegante y libre fue una flor de Castilla

una artista sublime en un tiempo incómodo,

inmortal viajera que habitó en los detalles.

Poema 517: La magia del campo

La magia del campo

Llueve, sale el sol, viento,

ni un alma en los caminos que llevaban a las eras

colonizadas por casas con persianas bajadas.

Huele a cebada espigándose, a flores en las cunetas,

limpios los campos, uniformizados

por el efecto de los selectivos herbicidas.

Se ondulan las colinas en esta perspectiva

sobre el valle ancestralmente habitado,

algunos árboles, caminos, divisiones humanas,

al fondo los elevados edificios de la ciudad.

Camino solitario en medio de la belleza,

de la luz de un sol que se filtra entre los pinos,

a escasos minutos de la música,

de la gran autopista exportadora de ruido infame.

Soy un punto minúsculo en el vasto espacio,

heredero de los domeñadores de la tierra,

en una tarde azarosa de primavera.

Poema 516: Los acontecimientos

Los acontecimientos

Se suceden eventos, celebraciones, efemérides,

la lucha de la memoria por sostener

unos recuerdos por encima del largo olvido.

Cuando se difuminan las imágenes y sensaciones

queda un poso difuso, etéreo, amalgamado,

de un gran peso específico en la vida,

un escudo magnético protector

capaz de generar auroras boreales bellísimas.

El lamento surge de la velocidad exponencial

de la acumulación de odiseas narrativas efímeras,

de la levedad con que habitas tu biografía.

La belleza es una gran enemiga,

satura tu retina, te hace henchir el pecho de gozo

y te desarma frente al pensamiento crítico:

un campo verde y feraz, los caprichos de las nubes

en una espléndida puesta de sol,

la sensación de potencia en las piernas al pedalear,

todas esas cumbres, cúspides, apoteosis,

alabean tu futuro recuerdo, introducen pesos

capaces de deformar la sencilla apariencia.

Un acontecimiento eclipsa a otro

en una sucesión ficticia y absurda, veloz,

que necesitaría de una absorción logarítmica

cargada del sosiego de un número áureo,

una convergencia necesaria en la escala humana.

Poema 515: Lugares propicios para leer

Lugares propicios para leer

A menudo me descubro evaluando lugares

en los que me apetecería sentarme a leer:

casas, terrazas, bancos debajo de un árbol,

un acantilado protegido del viento terrestre,

la rotonda cuidada de un centro comercial.

En la cima de una montaña eché en falta un libro,

también en el embarcadero flotante del río;

no lo hice sin embargo en el contrafuerte visigótico,

pero sí me habría gustado hacerlo en Los Zumacales.

El invierno me sorprendió con un poema,

helado frente a la pista de skate;

deseé entonces el fuego familiar de una chimenea,

las llamas crepitando en la cocina de mi madre,

aislarme en medio del bullicio bajo la escalera del desván.

Y sin embargo, en esa localización de exteriores

rara vez me detengo a leer,

si lo hago solo es la pose de un instante

incapaz de ahogar la llama del deseo de lo inalcanzable:

cuando estoy aquí quiero estar allí

y entonces mi imaginación se desborda

y vive vidas que en realidad no me corresponden.

Poema 514: El mundo a tus pies

El mundo a tus pies

En la desapacibilidad de comienzos de mayo

una salida en bicicleta con mi hijo es algo mágico,

el esplendor del campo, el esfuerzo,

un silencio de pedalear e impregnarse de los colores

de esta primavera que me evoca la del confinamiento.

Soy consciente de la maravilla del instante,

de la conexión sin palabras, de la dualidad establecida,

una transmisión inmaterial de ideas, de movimiento,

el placer de triscar montes y sembrados,

de vislumbrar una combinación inesperada de flores,

de ascender a lo alto de un monte, sin resuello.

Todas las obligaciones diáfanas han desaparecido,

la vista abarca campos ondulados, árboles de hojas tiernas,

algunos senderos apetecibles, ocres entre el verdor;

también una sensación efímera de volatilidad:

después de este instante vendrá otro también irrepetible,

habrá otras felicidades que apenas podré fijar un instante

devoradas por la velocidad imparable de los acontecimientos.

El mundo a tus pies permanecerá en la retina,

elongará el tiempo más allá de mi tiempo y fortaleza.

Poema 513: Corren tiempos que vuelan

Corren tiempos que vuelan

Corren tiempos que vuelan,

verdean las hojas,

feminismo a flor de piel

en lecturas con poso reflexivo instantáneo.

Justificaciones varias en asuntos banales,

ir quitándonos cosas de encima

muy placenteras o a veces no tanto

como quien sella o firma automáticamente:

un concierto excepcional o una comida deliciosa,

una compañía en un instante que no volverá,

la intensidad que solo aparece un momento

y se disipa por pura avaricia de los sentidos

o por el pragmatismo de aprovechar los recursos

con el mínimo esfuerzo posible.

La secuencia de los patos en un estanque turbio

es una metáfora de la fascinación

de cualquier detalle cuando se potencia

cuando hay una suma de fuerzas mentales.

Somos débiles en una sociedad encarrilada

por siglos de costumbres y de imposiciones

de fuerza muscular y colectiva.

La palabra y el pensamiento son difíciles de encajar

en discursos rítmicos y simples,

en formas destructoras de toda inteligencia sutil.

La primavera frondosa por la lluvia

dejará paso a un calor insoportable y a una sequía

en la que la memoria impondrá su peso agónico.

Solo una comunión de pensamiento y sentimiento

crea una burbuja de luz y de placer emocional,

lector, observador, analista,

una escala helicoidal y compleja

por la que acceder a una luz única y preciosa.

Poema 512: Soledad

Soledad

El canto de los pájaros es indescifrable aún,

se llamarán, expondrán sus virtudes

como un pavo real que muestra su esplendor.

El mar, la marisma, una barca solitaria,

anclada en medio del fango

que deja la marea al descender en la bahía.

Camino por la acera de sol, tiendas y reclamos,

una cola de jóvenes esperando su turno

en un concepto comercial que no comprendo.

Velocidad de las nubes, transatlánticos blancos,

densidad incógnita salvo por el parte meteorológico,

hoy no lloverá, podré ver el sol entre las formas cambiantes.

Una casa abandonada, las plantas

fueron elegidas, cuidadas, observadas, contempladas,

quizás sobrevivan un tiempo, a otras miradas, a otra luz.

La elevación al meditar me convierte en un punto,

una sombra cenital, la irrelevancia de una hormiga,

intrascendencia suma entre anclajes sociales.

Belleza y esa tela de araña que has ido construyendo,

con la que te alimentas de unas páginas borrosas,

mientras compartes luz, reflexiones y evanescencia.

Poema 511: La mujer desnuda

La mujer desnuda

La fotografía me impactó por la sordidez

y la belleza,

el cuerpo no escalado con el bidé ni el lavabo,

el espejo del rostro cansado

y la rotundidad del desnudo trasero.

Ni el fotógrafo ni la modelo vivirán ya;

todas las preocupaciones o las alegrías

pertenecen a un pasado olvidado

y quizás a nadie importen.

Posiblemente hacía frío fuera,

el pequeño radiador bajo el lavabo

da un toque de calidez a la estancia.

Las sombras y el juego de la luz

dotan al cuerpo de gran potencia:

claroscuro deseable, intimidad, reflexión

de manos apoyadas en el borde de la pila,

pies flexionados en el apoyo, oscuridad

frente a unas cortinas claras de primoroso ganchillo.

Al fotógrafo solo le importó el instante,

quizá la predisposición del rostro, la luz, el ángulo,

los reflejos de otras fotografías.

El espectador de la exposición de Crister Strömholm

podrá tal vez imaginar una historia

ya perdida para siempre.

Poema 510: Búsqueda de la belleza

Búsqueda de la belleza

En la incesante búsqueda de la belleza,

me acerco a cuantas plantaciones veo de colza,

busco el contraste del amarillo con el cielo,

huelo el polen que destilan las infinitas flores

y escucho el zumbido continuado de los insectos.

La bicicleta se alía con la fotografía

en encuadres de pinos míticos,

observables desde cualquier punto del valle.

Una parte sustancial de la belleza está en el cielo,

en amaneceres que parecen dolorosos

y en escandalosas puestas de sol con el cielo turbado.

Correr por el pinar de Antequera, recién amanecido

es un acto de sumo esplendor:

luz, color, el frescor desbordante de la vegetación,

un sonido inexistente en la ciudad.

Leo un poema de Carlos Marzal en un banco al sol

rodeado de lilas y cantos de pájaros

sobre su descubrimiento juvenil de las librerías;

el verso sobre la extirpación del cromosoma del aburrimiento

me parece solemne y magnífico:

quien tiene un libro, una película, un disco, aún vírgenes

ha encontrado su tesoro vital.

La belleza aparece allá donde los sentidos se afanan

por encontrarla,

allá, en la cotidianeidad inesperada y monótona,

en medio del solemne acto de vivir cada día.

Poema 509: Malher

Malher

La soprano de frágil apariencia,

–Hera vestida de tul azul–,

resiste sentada, concentrada,

toda la sinfonía.

El desorden aparente del primer movimiento

en el que los cascabeles hacen renacer la melodía,

no permite disidencias en la escucha,

atentos al instrumento solista insospechado.

La coordinación de la orquesta es admirable,

un trabajo de relojería artesana,

para conseguir un maravilloso sonido.

La voz de la soprano coreana surgió potente

en el movimiento final de la sinfonía malheriana,

me hizo imaginar campos primaverales ondulados,

florecillas cual manchas impresionistas,

un corretear por la pradera disfrutando del sol, de las nubes,

de las aguas cristalinas de un riachuelo vivaz.

El silencio sostenido, aun vibrando la delicada voz

en la consumación sinfónica,

logró un instante efímero de misticismo colectivo.